María Plácida Rodríguez en el año 1996
El día del parto
Este texto es parte del libro La Venadita.
El día del parto voy a la casa de la parturienta, ahí la atiendo y permanezco hasta que se termina mi trabajo. Éste puede durar algunos días. Generalmente no estoy sola con la mujer, porque algunos familiares de ella suelen acompañarnos. En la cocina organizamos algunos bocaditos e incluso un caldo de pollo o un cuy. La mujer se contenta de que estemos allí, listos para acompañar y apoyarla.
Cuando se acerca el parto, en la muñeca del brazo el pulso hierve. Si no hay dolor ahí, me quedo tranquila. Más cerca del parto, el pulso sube y sube hasta la mitad del brazo y ahí se queda. Cuando ya es hora, el brazo se pone caliente. En caso que una persona está por morir, el pulso sube hasta el antebrazo. Por esta razón amarro esta parte con un hilo rojo. También puedo predecir el momento del parto cuando palpo la nariz de la embarazada. En las fosas nasales es como si el huesito de la nariz desapareciera y la piel se volviera ligera y suave como un papel delicado al tacto.
Atiendo con los ojos abiertos, percibiendo el sentir de la mujer. La partera debe estar atenta y percatarse de que la criatura esté en su puesto y no a uno u otro lado. Friego su rabadilla con beladona y ungüento de azahar, la coronación debe estar recta.
Enciendo un carbón, pongo sobre éste romero y otras hierbas de olor fuerte, además incienso y alhucema. La mujer se pasea en forma de cruz sobre el brasero hasta que ella se calienta. En este momento se da un vínculo basado en compartir esta vivencia de recíproca entrega. Si la mujer aún está con frío, para que bote el frío le doy agua de canela con una copita de trago, porque si le entra el frío, no sale el guagua. Así viene el dolor más fuerte. Mi deber es rezar y calentar.
La gran mayoría de mujeres solo necesita las condiciones de seguridad y el tiempo suficiente para el alumbramiento. Así casi nunca se lastiman al dar a luz.
Es evidente que la mujer sufre. Rezo en voz alta y soplo con trago y humo de tabaco a la parturienta. Con eso se elimina las energías negativas y la mujer queda limpia del mal.
Cuando se vislumbra la cabecita de la criatura, la parturienta está a punto de dar a luz. Las mujeres se acomodan como les gusta, la mayor parte de ellas sólo acostadas quieren dar a luz. Algunas se hincan, dicen que hincadas tienen más fuerza.
El rato que sale la criatura hay que alzar la rabadilla para arriba y se ayuda también desde atrás, poniendo ambas rodillas sobre la rabadilla. Así la mujer tiene más fuerza. Puja duro hasta el final. Cuando aparece la cabecita, la animo a pujar reuniendo todas sus fuerzas. La cabecita del guagüito por sí misma gira y sale al mundo.
En el caso de que la criaturita se quede a mitad de camino, en seguida bato un huevo para que la mujer lo ingiera, y así resbala la criatura.
Ojalá hubiera caldo de pollo y huevos para el día del parto. Eso ayuda. Los huevos tibios con carbón molido dan fuerza antes de que nazca el guagua.
Si está el marido, le digo que amarque (cargue). El hombre se coloca a espaldas de la parturienta y la levanta desde las axilas. De esta forma ella puede pujar con más intensidad y fuerza.
Cuando no pueden dar a luz
Cuando no pueden dar a luz o el proceso de parto no avanza, en seguida limpio las malas energías con un huevo del día, tabaco y trago. Soplo y refriego bien a la mujer.
El huevo también se puede utilizar para diagnosticar porqué una mujer no puede dar a luz. Si todavía no avanza a dar a luz, quizás por el agotamiento de una noche privada de sueño. Pongo dos huevos en un platillo, añado raspadura y con un tenedor bato bien la mezcla. Cuando el vientre se endurece, con una cuchara se da esta mixtura a la parturienta. Así se estimula el descenso del guagua y viene el pujo con fuerza. La náusea la salva.
Una madrugada me llamaron para ayudar a una chica. Tanteándole la barriga me di cuenta que la criatura estaba al revés y la mujer no podía dar a luz. Con la ayuda de su hermana la tomamos de ambos pies, la sacudimos durísimo para poner la cabeza hacia abajo. Pusimos una chalina debajo de ella. De un lado la agarré yo, la hermana del otro lado. Hicimos un movimiento como de cernir y sacudimos a la mujer. La criatura se igualó rápidamente y la chica dio a luz. Cuando se mueve una parte del cuerpo, la otra responde como en una unidad.
En esas situaciones se debe rezar y curar una vela: Se pasa una vela desde la coronilla hasta los pies de la embarazada y al mismo tiempo se ora para pedir que en la llama de la vela se vea lo que sucede. También cuando las mujeres tienen dificultades para dar a luz pongo encima de la barriga un cuy y lo abro para diagnosticar qué pasa.
Cuando la criaturita está mal —sea por enojos, iras o causas parecidas— y está por salir, pongo sobre el vientre una hoja de granadilla con manteca de cacao y rezo:
— Diosito lindo, vos vas a curar, no curo yo.
Entonces, ya sale, ya mejora.